14 abril, 2012

Alma de nariz


El día en que nació, sus ojos le negaron la mirada; sus oídos lo enclaustraron en el silencio; su voz, sin savia que lo hiciera crecer, se marchitó para siempre. Desde entonces, el olor del llanto o el aroma de la risa fueron su único cordón umbilical que lo mantenía unido al mundo. Los años pasaron entre las frías fragancias del invierno y los resecos amaneceres del verano; entre las rebeldes esencias de primavera y la fetidez otoñal de lo caduco. Así, su nariz se convirtió en su alma, donde se acumulaban sus sentidos, que daban forma a sus sensaciones, sus sentimientos, sus emociones. Husmeó mil lugares, con sus emanaciones tan particulares que los rondaban: la pestilencia del vicio y la degradación; el hedor penetrante del egoísmo; pudo diferenciar donde se respiraba solidaridad y bondad de aquellos otros lugares que apestaban a maldad y codicia.

El día que lo operaron, sin saber por qué ni para qué, despertó horrorizado al comprobar que no podía olfatear la luz ni oler los colores. Todo le pareció insípido y sólo cuando cerraba fuertemente los ojos podía encontrarse con sí mismo y entender su mundo tan diferente al que acababa de descubrir. Desquiciado, el suicidio lo acercó a la muerte y lo alejó definitivamente de una vida aún por disfrutar. Desde entonces, dicen, que su alma penitente ronda por las noches los cementerios adornados con flores frescas, los asilos llenos de ternura, o cualquier hogar donde una tarta al horno se haya quemado. Dicen que su espectro tiene forma de una nariz grande y feliz.


Texto: Marcos Alonso
Narración: La Voz Silenciosa
Más relatos "Con un par de narices", aquí

3 comentarios:

  1. La capacidad del ser humano para adaptarse y no solo sobrevivir, sino apreciar el mundo que le rodea.
    Qué terrible, cuando el único contacto con el mundo se corta.
    Al final, ese fantasma es lo que lo salva. Estupendo.

    ResponderEliminar
  2. Aunque suene a reduccionista, somos un cerebro abierto al mundo a través de los sentidos. Me imagino (bueno, lo intento) estar conectado a la realidad únicamente a través del olfato vía fosa nasal y me recorre un escalofrío. Ciego, sordo, mudo... Sólo olfato... Y encima, un buen día lo pierdo.
    Querido Marcos, como siempre nos haces pensar y, al final, das un giro sorprendente, ese giro que apunta a la ternura, esa ternura sonriente que te caracteriza.

    ResponderEliminar
  3. Un texto triste pero muy emotivo.
    Me ha gustado mucho.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Gracias por contribuir con tus comentarios y tu punto de vista.

Los componentes de La Esfera te saludan y esperan verte a menudo por aquí.

Ésta es tu casa.