29 junio, 2013

Luma


Luma, ansiosa, fijó la mirada al techo. La iluminación de la calle formaba sombras. Cerró los ojos y colocó su almohada sobre su cara. El cigarro era el recurso constante para lograr dormir y no quería fracasar en su intento por dejarlo. Necesitaba recobrar sus reflejos, su frescura y su voz. Cada vez le era más difícil ser contratada. No comprendía cómo de un momento a otro pasó de ser una estupenda actriz a una sobreviviente del oficio. Pensando en que pronto cumpliría treinta años y en su anhelo de ser madre se quedó dormida y despertó cuando los rayos del sol habían calentado dolorosamente a una de sus piernas. Mientras se bañaba recordó cuando Julio, su representante, eligió su nombre artístico. Motivada por sus recuerdos, sonrió y se arregló lo mejor posible. Al salir de su casa, antes de asegurar la puerta, vio el periódico tirado; lo recogió, algo llamó su atención... leyó, sonrió, movió la cabeza y arrojó el periódico hacia adentro. Confundida cerró la puerta apresuradamente. Un vecino la saludó: “Buenos días madre”. Luma no daba crédito a la falta de respeto, ese desconocido se atrevió a jugarle una broma. Buscó su carro con la mirada... Observó el vecindario, las calles, su ropa, sus manos y el reflejo de una anciana en el espejo de uno de los vehículos. El hombre que la saludó, esperaba con paciencia el momento en que Luma volviera a ser la madre sabia y cariñosa que lo reconocía.

Texto: Elizabeth Larrañaga Brito
Narración: La Voz Silenciosa

5 comentarios:

  1. Instantáneas que se quedan y que a veces juegan una mala pasada...

    Cálido relato,

    Un abrazo.

    María Estévez.

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  2. Dolorosa mirada al paso del tiempo y las imágenes congeladas en la memoria (a veces tan frágil como ese espejo en el que Luma se ve reflejada).

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  3. ¡Muchas gracias!
    Saludos afectuosos.

    Elizabeth Larrañaga

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  4. Especialmente duro para algunos, pero muy hermoso.

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  5. Un relato escrito con mucha ternura y sensibilidad.
    Saludos, Ángeles

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