28 septiembre, 2013

Un verano al fresco


Texto participante en
la convocatoria

Cuando llegan los meses de verano, empieza el movimiento con las ansiadas vacaciones. Todos hacen planes para romper la rutina, ya que el cansancio no es patrimonio exclusivo de un determinado sector de la población española, ese que aún cuenta con la excentricidad de un trabajo, que no cualquiera es señorito asesor, consejero, ministro y demás fauna salvaje que engrosa las filas de la política y se nutre del expolio de la mayoría silenciosa. 
Para un buen número de ciudadanos, es tiempo de traslados. Unos se marchan a la playa, otros a la montaña, otros a la casa del pueblo, otros al extranjero... Cada hijo de vecino busca evadirse del escenario que acoge su osamenta de costumbre. Porque a nadie le apetece permanecer en el mismo lugar, contemplar las mismas paredes, relacionarse con las mismas personas, tomarse algunos tintos en los mismos garitos o abandonar los pasos por los mismos jardines acostumbrados.
En mi barrio, rigen normas propias. Se veranea en la piscina pública mientras el sol alumbra y, por la noche, se colonizan los bancos de las plazas tras haberse metido una buena cena de las de atranque, de esas que implican un buen chusco relleno de una lata de sardinas o de tortilla de patatas, aderezado todo con olivas y un buen tercio de cerveza, que para eso es verano y se está de vacaciones. A la luz de las farolas, se organizan tertulias de

lo más entretenido y, de vez en cuando, alguno se marca una chulería coreada por todos, como convidar a una botella de paloma o compartir unos cacahuetes rancios. La generosidad suele ser excéntrica entre los pobres y su viso se cacarea a los cuatro vientos.
En mi caso, como caigo en el grupo más modesto, el que conserva valores pero ningún euro extra para permitirse piscinas y otras frivolidades semejantes, ideé un veraneo que estuvo muy bien mientras duró: me trasladé a la orilla del río, a un lugar bien poblado de árboles, con lo que tenía asegurada la sombra durante el día. Poco necesitaba en esas vacaciones, pues con un par de bañadores, y otro par de camisetas me apañé el equipaje. La comida la hacía en frío, como pide la estación del año, con alguna que otra fruta o un tomate, que no conviene abusar con los calores. El hotel era barato y fresco: un lecho amplio vigilado por las estrellas. Y el baño gozaba de agua corriente en cantidad, que el río es caudaloso y daba hasta hidromasajes. Un veraneo de película, vamos.
Todo resultó apetecible hasta que aparecieron dos municipales y me metieron el miedo en la sesera. Conminado a pagar las oportunas tasas al Ayuntamiento, que esta gente de las Administraciones necesita este mundo y el de al lado para sustentar su nutrido aparato de chupópteros, tuve que abandonar mi idílico paraje y meterme en la bañera de mi casa día y noche. ¡Para que luego digan que los espacios públicos son de todos!


Texto: Isabel Martínez Barquero
Narración: La Voz Silenciosa

17 comentarios:


  1. Después de disfrutar de un rincón tan apacible a la vera del río, ¡ay que ver qué cosas tienen los del Ayuntamiento!
    Permiten montones de gentes pisando el césped de alguna plaza, dejando a su marcha el suelo perdido de papeles, latas y demás porquerías; permiten la multitud de motos aparcadas en aceras dificultando el paso a los sufridos peatones; permiten bicicletas a toda pastilla entre los de a pie; permiten entradas de gente sin pagar el billete en autobuses y metro, etc.
    El ayuntamiento muchas veces está como un choto y no hay quien lo entienda.
    Lo mejor de todo es conservar los valores aunque no se tenga ni un euro para trasladarse en verano y salir de la ciudad.
    Me ha gustado amiga Isabel.
    Besos para ti y saludos a la esfera.

    ResponderEliminar
  2. No sé por qué, pero se me había pasado este estupendo texto.
    Menos mal que lo he visto, porque he disfrutado de un relato bien escrito y que te deja cavilando.
    El comentario de Anna me parece muy acertado.
    Enhorabuena.

    ResponderEliminar
  3. Al final te has quedado sin el hidromasaje fluvial. A este paso, ni morirse podrá uno. A ver si ahora nos van a condenar a la inmortalidad.
    Felicidades por tan brillante relato.

    ResponderEliminar
  4. Siempre hay alguien que nos "pincha el globo" jaja.
    Lo bien que estaba éste personaje viviendo sus vacaciones al aire libre, en fin hay de todo en la viña vacacional ...

    Me encantó el relato.

    ResponderEliminar
  5. Es la pura realidad, Isabel, y como siempre has sabido relatarla estupendamente, y combinar, por una parte relajo, y por otra el enfado en que vivimos con tantos y tantos abusos.

    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  6. Excelente pieza de Isabel Martínez Barquero en la que entreteje la dureza de la realidad que nos azota con una hiladura de ironía crítica que consigue hacernos sonreír sobre nuestras propias penas.

    Mis aplausos para la autora.

    ResponderEliminar
  7. Todo se ha convertido en mera especulación.

    Hay que pagar cánones por todo, menos por fiestas privadas en las que los pagadores somos los de siempre- los que pagamos nuestros impuestos reglamentarios-, y las partidas no se sabe a donde van, o lo que es peor, se sabe el destino pero ¡no passsa ná!.

    Un chapuzón en un río mira donde nos lleva.
    Un veraneo en yate ¡ ya es otro cantar!.

    Como diría mi madre...¡¡ la manta que los abatanó!!

    Besos

    ResponderEliminar
  8. Ser son de todos, pero de unos más que de otros...es como los de Iberdrola que se han hecho dueños del sol. Ay, Isabelica, que pena, seguro que los municipales entraron a dedo de algún alcalde con muchos sobrinos y buen papo y que el alcalde sigue en su puesto, tan ricamente, después de liarlas de todos los colores...

    Muchos besos.

    ResponderEliminar
  9. ¡Lamentable! Posiblemente estén ideando una tasa por el aire que respiramos. ¡Demencial!
    Un beso.

    ResponderEliminar
  10. Ese es el propósito, cobrar hasta por recibir el sol y así hasta por respirar. Hacer sentir que ni la propiedad de habitación familiar nos pertenece, ni nosotros mismos nos pertenezcamos, "El proceso" de Kafka cobra su vigencia en tu claro y directo relato. Así es el arte y la literatura encandila con su luz el drama que provoca los excesos y abusos del poder.
    Besos Escritora!!!

    ResponderEliminar
  11. Ciertos Estados muy oportunistas... Un abrazo.

    ResponderEliminar
  12. ¡Vaya chasco! Con lo bien que me lo estaba pasando y ¡zas! tuvo que presentarse el "chupóptero" de turno a fastidiarlo todo.
    El relato me ha encantado-
    Besos Isabel

    ResponderEliminar
  13. Un estupendo texto que pone de relieve la bellaquería de la clase dirigente que se cree dueña del mundo, la que con un discurso mentiroso habla de la dignidad del ser humano y su libertad y, en la practica, ni la dignidad humana y mucho menos su libertad es respetada por esa clase política perversa y corrupta.
    Querida Isabel, has mostrado tu habilidad como escritora regalándonos un texto muy bien logrado y con un mensaje muy claro.
    Te dejo un beso.

    ResponderEliminar
  14. Pues aún no hemos llegado a las leyes que prohíben a los sin techo vivir en la calle, so pena de multa o trabajos forzados.
    Pero todo se verá.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  15. En cualquier lugar aparece un lacayo de las sanguijuelas. Si no fuese por eso yo creo que un río en un buen lugar es ideal. Yo he disfrutado de muy buenos momentos en lugares así con casi nada. Si al menos pudiesemos dar esquinazo a estos malnacidos. Pero irán hasta la tumba a quitarnos la dentadura postiza, el reloj o alguna medalla o anillo. Un abrazo. Espero que esta especie de parásito chupóptero se extinga.

    ResponderEliminar
  16. Creo que el tono del relato domina la anécdota. Excelente.

    ResponderEliminar
  17. Hola Isabel,dura realidad la de los " nuevos pobres", que ni disfrutar de la naturaleza se puede.Me gusta mucho la descripción, el tono, la ironía con qué es tratado el tema.
    Suerte en el concurso.

    Rosa
    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Gracias por contribuir con tus comentarios y tu punto de vista.

Los componentes de La Esfera te saludan y esperan verte a menudo por aquí.

Ésta es tu casa.